El 17 de julio de 2013, en la carrera 30 con calle 57 en la ciudad de Bogotá, en inmediaciones del estadio Nemesio Camacho ”El Campin”, en medio de una marea, un tsunami, maremoto de aficionados rojos, estábamos los tres, Alberto, Robinson y yo, Jerson , estábamos entrando por occidental, estábamos muertos de miedo, de susto y todo parecía normal, la gente contenta, como debería ser, porque el fútbol es eso, una fiesta, pero en estos casos, el no ser aficionado del equipo local, podría ser una sentencia de muerte firmada y aceptada; todo por estar en la gran final.
Después de unos minutos, buscamos nuestra ubicación, estábamos dispuestos a hacer lo que fuese para lograr ver al equipo que desde niños admiramos, alentamos y hasta soñamos jugar en el par ser un ídolo de una ciudad que jamás he conocido. Ser unos héroes de la raza de la hinchada de Medellín. Eran las 7:00 pm, la adrenalina estaba en el ambiente y no podíamos hacer nada, solo esperar, ver con alguna saña, con el temor de no ser descubierto por los aficionados del equipo rival.
En la entrada de la tribuna, un hombre de unos 1.70 cm con camiseta roja, chaqueta gris, y pantalón de jean, nos mira y nos pregunta que si somos de Bogotá, que si somos del “león”, que le mostramos algo del equipo, su voz era fuerte, la ira se le veía en la cara y la única forma para no ser agredido, fue decirle que no teníamos nada, pero el “caballero” empezó a decirnos “Paisas hijos de puta, cabrones, su provinciana madre debería estar muerta”, y cosas por el estilo, al oírlo vociferar estas cosas algunos se le unieron pero gracias a un de los hinchas respetuosos, pudimos salvarnos de algún golpe, de algo trágico.
Con los nervios de punta, miedosos, ansiosos, hasta con ganas de irnos del escenario deportivo, decidimos entrar por otro lado y no hacer aspaviento, en medio de tanta rabia e impaciencia, vimos que un aficionado cardenal , vendía gorros alegóricos , con los colores de Santa Fe, a la sazón del momento, tocó comprar 3, para evitar suspicacias
Llegaron los actos de protocolo, la hinchada rival, cantaba, insultaba, buscaba como un perro de caza a los hinchas del rey de copas, para insultarlos y sacarlos del escenario ,como si el Campin fuese el Coliseo Romano, estábamos en medio de una jauría de leones, dispuestos a devorar a quien fue, sin interesar si eran amigos, vecinos, familiares o conocidos, no, aquí la xenofobia regionalista se hizo presente , y vimos como a varios hinchas de Nacional los agredieron , les gritaban hijos de puta, la puta madre que los parios, y cosas similares, vimos como la “cultura” bogotana se caía como un castillo de naipes con esos comentarios .
Imer Machado, da le pitazo inicial y ya las cosas empezaban a calmarse, el equipo de mi alma, jugaba verticalmente, veíamos como Stefan llegaba por la banda, veía como ese 2 en el dorsal se hacía grande, como Duque, Mac, Sherman y el resto del equipo daba la vida por la 12.
En el minuto 38, Duque anota, sale corriendo hacia el lugar donde estábamos los 3 camuflados, los del gorrito, esos que no podía gritar el gol, los que con miedo se miraron y con una sonrisa muy disimulada decían: La 12 está cerca.
Llegó el final de la primera parte y ahora solo era necesario esperar los 15 de descanso y seguir aguantando la ansiedad, el miedo y el grito ahogado de “Vamos, vamos mi verde, que esta noche, tenemos que ganar”.
Ya era hora de ver la segunda parte, los insultos por doquier, hacia los hinchas que eran descubiertos por los atarvanes de la hincha rival.
El pito sonó de nuevo y solo quedaban 45 minutos para ver a Nacional campeón, ya la gente empezaba a desesperarse, empezaban a gritar, a insultar a sus propios ídolos y nosotros, los tres los camuflados, solo mirábamos con ansiedad el reloj de ese tablero electrónico que se ubica en la norte del Nemesio. Ya no hay más tiempo, ya no hay más que hacer, el tiempo se está acabando, y de un tiro de esquina por Omar Pérez, y tras el rechazo, un señor pase sale hacia el sector de oriental, para que Mac, con magia se lo diese al “Mosco” y este a su vez, dejara firmada la 12, si señor, la 12, se ganó en Bogotá, si , el verde campeón, si, el rojo lloraba, si, Bogotá es bastión verdolaga, si, si, si, pero nosotros 3, los caletos de occidental, solo podíamos ver hacia el cielo y decir entre dientes, “sácalo si sos tan macho”.
Llego el minuto 90, y no vimos cuanto de reposición se daban, el juego seguía, el juez no pitaba, Santa fe llegaba y nosotros con el grito en el ama solo decíamos, termínelo, termínelo que ya el campeón es Nacional.
Imer, levanta las manos, pita el final y del banco salieron los nuevos campeones de la Liga, la gente roja, salió con lágrimas, insultos y agradecimientos a su equipo.
Nosotros, ya estábamos con ganas de gritar, pero era mejor el silencio, era mejor buscar un espacio para tomar las fotos del nuevo campeón, y dejar que la adrenalina, nos hiciera dolor la espala la cabeza y las piernas.
Salimos del Campin, tomamos un taxi, y en el carro amarillo, antes de empezar, le preguntamos al conductor si era hincha de santa Fe, y él, con una sonrisa pícara, dijo, todo bien yo soy del verde.
Y ahí, en ese auto, pudimos gritar: Campeones, si señor campeones. Y así cuando llegamos a casa, pudimos descansar, con una consigna: Vimos al verde coronarse campeón, el seno de la hinchada cardenal con miedo, ansiedad y gritos ahogados.