la voz del hincha

jueves, 18 de julio de 2013

Daniel Rodas: "Me sacaron del estadio"

Yo voy a contar la historia de la presencia de cinco Verdolagas ayer en el estadio El Campín de Bogotá, pero antes de comenzar quiero contextualizarlos en todo lo referente a los preparativos del viaje. Para empezar debemos decir que hasta las 11 Am del día de ayer, dos de los nuestros no habríamos de viajar, tal vez desmotivados por la cantidad de restricciones y el ambiente hostil que sabíamos íbamos a encontrar en ese estadio, además obviamente de los sobrecostos exagerados que tendríamos que pagar si queríamos estar en la final.
La ansiedad fue la más fiel compañera de Juan Esteban y yo, desde no poder conciliar el sueño hasta desperdiciar laboralmente toda la mañana del miércoles solo pensando en el partido. Así pues que en un momento de euforia, de esos que solo los hinchas de nacional conocemos, Juan Esteban me llama a mi trabajo y me dice: “Vámonos parce, allá miraremos qué hacemos pero por fuera no nos quedamos”- En momentos como ese, cuando estás escuchando El Pregón y un hermano de tribuna te dice eso, no hay fuerza de voluntad que aguante, habiendo yo tomado la decisión de ir quise tentar un poco a la suerte y decirle a Juan que si no teníamos boleta segura no nos podríamos ir, que iba para una junta y cuando regresara, si él ya había conseguido las entradas yo compraba los tiquetes y pues así fue, cuando volví a hablar con él ya tenía las boletas, así que a las 11 Am le dije a mi jefe que me iba para la capital a ver al gran amor de mi vida a lo cual él (también Verdolaga de corazón) respondió con una sonrisa que yo descifré como “yo también fui joven alguna vez e hice también mil locuras por Nacional, váyase mijo”. Con tiquetes en mano fui a mi casa a dejar la moto, me encontré con Juanes en la estación Floresta (una anécdota más, Juan Esteban aprovechó que en el primer piso de su casa hay un negocio y compró una gorra roja y blanca, seguramente con el fin de mimetizarse con el ambiente santafereño) y tomamos rumbo hacia una nueva aventura para ver al glorioso Nacional de Medellín.


Llegamos a Bogotá y resulta que coincidimos en el vuelo con un Verdolaga más, Jorge de Itagüi, con quien nos dirigimos hacia el estadio; Estando en las afueras de El Campín nos encontramos con nuestros otros tres compañeros de viaje y con una nena Bogotana que era quien nos tenía las boletas. Comenzamos a hacer la fila para pasar el primer anillo de seguridad, siempre intentando no llamar la atención y ser parte del ambiente, así fue como compramos unos plásticos rojos, además por momentos para comunicarnos entre nosotros hablábamos con acento rolo (que debo decir no nos salía mal, dado que hasta fotos nos tomó un hincha de Santa fe que estaba detrás de nosotros en la fila)



como cosa rara la policía empezó a complicar todo, era un solo acceso para una cantidad de personas muy grande así que el ambiente se empezó a tornar tenso, empujones, avalanchas contra el cordón de seguridad y cosas así. El hecho fue que logramos ingresar pero oh sorpresa, no sé si fue mi cara, mi ropa o que fue, pero un policía me preguntó “usted de donde es”, yo bastante nervioso no respondí, dado mi silencio el agente me dice “muéstreme su cédula” y si señores, me sacaron del estadio después de estar a un paso de ingresar, veía a mis amigos con sus caras de impotencia por mi dificultad y a los hinchas de Santa Fue que se encontraban en la fila y comenzaron a gritar “cojan ese paisa ola, paisa hijo de p…”. Con la moral por el piso, pero con la convicción de que como buen antioqueño no me iba a barar y tenía que entrar empecé a negociar la boleta de norte (lamentablemente no se vendió), pasados ya algunos minutos del juego comencé a buscar a los revendedores que estuviesen rematando boletas hasta que di con uno que me ofreció una occidental general en $60.000, finalmente se la pude sacar en $40.000. No existe alguna palabra con la que pueda describir lo que sentí al ingresar a ese estadio, sabía que estaba en gran peligro porque ingresé a occidental pero muy cerca a sur, pero que va, cuando vos no cometás una locura por amor, en ese instante te darás cuenta que no es amor. Ya adentro comencé a ver como sacaban a la gente y le pedía a Dios que después de tanto esfuerzo no me sacaran ni a mí ni a mis otros 4 amigos que estaban en norte ni a mis 4 hermanos de Pasión Verde que estaban en oriental. Pasaron los minutos y con Nacional ganando y con opciones como el postazo de Duque, se me iban agotando las fuerzas para reprimir lo que sentía. Llegó entonces el gol de Mosquera y por un momento sentí que me infartaba, no podía gritar un gol del equipo que amo, con el que crecí, eso la verdad no se lo deseo a nadie, empecé a temblar, en la helada Bogotá me dio un calor impresionante, sentí por un momento que tenía fiebre y todo lo anterior por no poder cantar un gol que representaba una vuelta más. Finaliza el partido y comienzo a ver gente con camisetas y banderas de Santa Fue cantando a todo pulmón canciones del Rey de Copas, ahí entendí que todo se valía por ir a ver al campeón y que esta sería una de esas experiencias que he de contar a mis nietos sentados en mi regazo.



Salí del estadio con lágrimas en los ojos a encontrarme con mis compañeros de viaje, al encontrarnos la impotencia de no poder celebrar en ese momento fue enorme, caminamos unas 20 cuadras hasta encontrar una tienda, compramos cervezas y viendo que ya no estábamos rodeados, lloramos, saltamos, nos abrazamos como si lleváramos toda una vida sin vernos. Son cosas del corazón, momentos que solo te regala esta Pasión, un viaje “sin pies ni cabeza”, planeado en escasos 10 minutos, resultaba ser el mejor de nuestras vidas hasta ahora, vimos a nuestro gran amor dar la vuelta frente a miles de almas que ayer nos odiaron más que nunca. Gracias por existir Atlético Nacional, no sé qué sería de mi vida sin vos